David González Natal, Socio y Director General LATAM Norte en LLYC

Hubo un tiempo en que el orgullo se vivía como un avance imparable, una llama que parecía encenderse cada año con más fuerza. Hoy, esa llama parpadea bajo el viento frío de reformas legales regresivas. En tan solo tres años, más de 90 reformas legales han restringido derechos esenciales del colectivo LGTBIQ+ en distintos países, erosionando libertades que creíamos consolidadas. 

Sentir ese vaivén no es solo cuestión de estadísticas: es ver cómo cada victoria, por pequeña que sea, queda a merced de algunos legisladores que vuelven a empujar el reloj atrás. Cuando un país decide ilegalizar nuevamente la adopción homoparental, censurar las temáticas LGBTIQ+ en las escuelas o limitar el acceso a la atención médica afirmativa de género, no sólo arrebata un derecho: envía un mensaje de inseguridad y miedo a cada persona que se asume diversa.

Hoy, el llamado de auxilio supera fronteras, esa ofensiva legal se expande más allá de lo que imaginaríamos. De 195 países, apenas un 20% admite la adopción homoparental y solo un 19% reconoce el matrimonio igualitario y a las personas no binarias, cifras que revelan lo mucho que aún queda por conquistar.

La carga de estas cifras puede abatir el ánimo de cualquier miembro o aliado de la comunidad, pero basta escuchar a quienes nos precedieron para encontrar el aliento que necesitamos hoy. Hay personas que vivieron y se enfrentaron a circunstancias mucho peores: activistas que marcharon bajo amenazas reales de cárcel o violencia, y aun así alzaron la voz. Su experiencia nos recuerda que la adversidad no es línea de meta, sino punto de partida para nuevas conquistas. Por eso, más que lamentar el retroceso, debemos reivindicar nuestra memoria como eje central: recordar no es vivir en el pasado, sino traer sus enseñanzas al presente para fortalecer la lucha de cada día. Celebrar el orgullo implica honrar esas historias y, al mismo tiempo, avivar la llama de la esperanza cuando el viento sopla en contra.

Esa memoria viva se materializa hoy en los rostros y las voces de los activistas senior, quienes dejan de estar ausentes en el recuerdo para convertirse en faros que guían a las nuevas generaciones. Son ellos, con sus mismas consignas de hace 40 años, quienes nos recuerdan que quienes marcharon para cambiarlo todo deben volver porque no todo ha cambiado. Justo de esa premisa nace nuestra reciente iniciativa Signs of Pride, con la que devolvimos a las calles de varias ciudades alrededor del mundo las pancartas que marcharon en los primeros pride de hace años de la mano de los primeros activistas que participaron en ellas.

Aprender de quienes vivieron épocas más oscuras nos enseña a combinar la fuerza del reclamo público con el cuidado mutuo: a protestar en las calles con la misma pasión con la que tejemos redes de apoyo; a exigir leyes justas en los pasillos del poder y a acompañar a quien sufre en silencio. Hoy, el llamado de auxilio supera fronteras. 

Esa fusión entre la firmeza en las calles y el apoyo en la intimidad es el método probado de generaciones que supieron que el avance real no brota sólo de discursos o manifestaciones, sino del entramado colectivo que sostiene cada victoria.

Si mantenemos viva esa herencia aprendiendo de sus estrategias de resistencia y extendiendo siempre la mano, protegeremos la llama de la igualdad frente a cualquier viento adverso. Porque, al final, la memoria no es un lujo sentimental: es el bastión que nos garantiza seguir avanzando.

Por demujeres.net

Soy una periodista apasionada por la vida y todo lo bello que hay en ella. Siempre me ha gustado escribir sobre diversos temas y este es un excelente momento para explotar mi talento.

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