Los investigadores del Smithsonian colaboraron con las partes interesadas para compartir técnicas de contabilización del carbono de los manglares y conocer su importancia en la mitigación del cambio climático.
Con una docena de personas a cuestas, Tania Romero -una de las principales expertas en carbono azul de Panamá y directora del Laboratorio Collin del Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales (STRI)- recorrió con pericia el intrincado sistema de un manglar costero. Los manglares, que prosperan en la frontera entre la tierra y el mar, proporcionan protección costera, son viveros para la vida marina y alimento para las comunidades costeras. Un beneficio menos conocido de los manglares llevó a Romero a la costa: su papel como almacenes de carbono azul.
El término “carbono azul” se refiere al carbono almacenado en ecosistemas marinos como pastos marinos, marismas y manglares. Mediante la fotosíntesis, las plantas absorben dióxido de carbono de la atmósfera y lo secuestran en sus raíces, hojas y, concretamente, en sus sedimentos, contribuyendo así a frenar el cambio climático. Aunque los bosques terrestres también almacenan carbono (lo que se conoce como “carbono verde”), los índices de secuestro de carbono son significativamente superiores en los ecosistemas de carbono azul; en su biomasa y sus suelos, los manglares tropicales pueden almacenar hasta 4 veces más carbono que sus homólogos terrestres.
Con costas atlánticas y pacíficas bordeadas por doce especies diferentes, Panamá alberga los manglares más extensos de Centroamérica. El poder de secuestro de carbono de los manglares panameños será importante para que el país alcance sus objetivos de emisiones esbozados en los Acuerdos Climáticos de París del 2015, afirma Romero. “Tenemos que poner a Panamá en la mira mundial para mantener nuestro estatus de país con cero emisiones”, afirma. Pero este carbono debe medirse con precisión, y la contabilidad del carbono azul en los manglares aún no se practica de forma generalizada, ni se ha estandarizado en todo el país. Para compartir las técnicas de medición del carbono azul y las mejores prácticas, Romero se asoció con Hannah Morrissette, biogeoquímica de humedales costeros del Smithsonian Environmental Research Center (SERC) de Suitland (Maryland), para organizar un taller técnico sobre el carbono azul. Con financiación de The Pew Charitable Trusts, se invitó a participantes de diversos sectores, como el Ministerio de Ambiente de Panamá (MiAmbiente), grupos conservacionistas (Audubon Panamá, Panamanglar, Asociación Nuevo Manglar), turismo (ChameXplora), pesca (Cooperativa de Pescadores Artesanales), investigación (CCIMBIO-Coiba) y grupos indígenas (Congreso General Guna). “Estamos encantados con la entusiasta respuesta de tantos grupos interesados”, declaró Rachel Collin científica de STRI, coinvestigadora principal del proyecto. “Ha sido fantástico trabajar juntos en tantos sectores”.
El trabajo de campo en los manglares no es fácil. Romero recomendó a los participantes que llevaran botas de goma, camisas de manga larga, repelente de insectos y que se mantuvieran hidratados sobre el terreno. “Las condiciones son difíciles”, subraya Romero, que lleva recorriendo los enmarañados sistemas radiculares de los manglares desde que hacía su licenciatura. Hizo una demostración de cómo medir la biomasa aérea con técnicas forestales típicas y la biomasa subterránea con un testigo para extraer columnas de lodo. Estos núcleos se secan durante una semana en el laboratorio antes de ser quemados para revelar su valor en carbono azul.
Romero señaló que muchos panameños que viven en zonas costeras ya conocen de primera mano la importancia de la salud de los manglares. “Hay una respuesta comunitaria cada vez que los manglares se ven afectados por la construcción, la basura o la mortandad”, dijo. Sin embargo, mucha gente sigue quemando carbón vegetal hecho de manglares, sin darse cuenta del efecto que tiene en el almacenamiento de carbono azul.
Susania Avila, participante en el taller, reflexionó: “El taller me dio una perspectiva más profunda de la importancia de los manglares y su papel en el secuestro de carbono… lo que ha reforzado mi aprecio por la conservación de los manglares”. Ávila es estudiante de biología marina en la Universidad de Panamá y miembro del Congreso General Gúna. Aunque ya conocía bien los manglares y el papel vital que desempeñan en los sistemas costeros, Ávila dijo que la combinación de teoría y trabajo de campo del taller reforzó “cómo el concepto de carbono azul está estrechamente relacionado con la salud y la estabilidad de los ecosistemas costeros”. El entorno de aprendizaje fue tan impactante como el propio contenido: “El taller fomentó la colaboración y el intercambio de ideas entre los diversos participantes, lo que enriqueció aún más la experiencia de aprendizaje.”
El Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales, en ciudad de Panamá, Panamá, es una unidad de la Institución Smithsonian. El Instituto promueve la comprensión de la naturaleza tropical y su importancia para el bienestar de la humanidad, capacita estudiantes para llevar a cabo investigaciones en los trópicos, y fomenta la conservación mediante la concienciación pública sobre la belleza e importancia de los ecosistemas tropicales.